Skip to main content

Estaba hasta el rabo de la boina, o más arriba. Al Director General le parecía muy fácil eso de apretar indiscriminadamente con los objetivos operacionales (la eficiencia, Carlos, la eficiencia, que parece que nos estamos olvidando de lo más básico, y motivar a los empleados, me duele la boca de decirlo) cuando quizás había otros defectos estructurales que permanecían ocultos detrás de una realidad indiscutible: 9% de IT, más de la mitad bajas de corta duración, de las que es imposible reemplazar. Si le sumas las bajas por accidente, las horas de libre disposición, las de conciliación y cuidado de familiares, etc. llegaban al 15%, o sea que aproximadamente 22 de sus 150 empleados no aparecían en su puesto y, lo que era peor, 14 de esos 22 no se podían reemplazar porque eran de corta duración o simplemente no avisaban con tiempo. La solución parecía sencilla: contratar 15 empleados más para estar siempre cubierto… y añadir 700.000 euros a la cuenta de explotación, cosa que su querido jefe no iba a admitir en varias vidas, y que además usaría para recordarle el incremento de productividad del 10% en consonancia con la inversión que habían hecho en máquinas de control digital.

Además, todas las bajas estaban justificadas según la legislación y el convenio colectivo, y a él no le quedaba otra que complementar el salario hasta el 100% como se había acordado (el día que el torpe de Recursos Humanos aceptó esto deberían haberlo colgado por los pulgares). Vamos, una trampa 22, usando el término acuñado por Joseph Heller hace más de sesenta años.

Como no le quedaba mucho más que el derecho al pataleo decidió llamar a Paco. Lo conocía hacía una eternidad y en los últimos años había desarrollado un espíritu crítico con la compañía, a la par que crecían sus bajas y permisos, algunos de los cuales fue pionero en pedir y conseguir.

—Paco, ¿qué tal? ¿Cómo estás? ¿Puedo hablar contigo un momento?
—Claro, Carlos, por supuesto. Pero espero que no me llame para presionarme para que vuelva, que ya sabe que eso es ilegal y lo tendría que denunciar.
—Por supuesto que no, tengo un interés sincero en saber cómo te encuentras. Hace 25 años que me conoces.
—Pues ahí sigo, con la lumbalgia. Una chusta inmensa, un dolor continuo, no puedo ni pasear y ya mucho menos ir en bicicleta o bailar los fines de semana.
—Pues cuánto lo siento. La verdad es que tienes mala suerte. Es la tercera baja larga en lo que va de año, más dos permisos de hospitalización de familiar y otros dos permisos por no me acuerdo qué.
—¿Qué quiere decir? ¿Que me lo invento? He traído todos los justificantes y he ido a todas las visitas que me ha citado la mutua.
—Paco, tú sabes que tu médico de cabecera te firma la muerte de Manolete en la plaza de Linares. Y lo de la cirugía ambulatoria de tu cuñado tiene tela, que fue a trabajar antes que tú…
—¿Pero tengo derecho o no? Pues a callar y a tragar, y si no le vale dígaselo a sus amigos de la CEOE para que lo hablen con la ministra.
—35.000 millones le cuesta al país, Paco. Y no sé cuánto habrá que añadir por las empresas que complementamos hasta el 100% del salario.
—Pues lo tienen fácil: pongan un complemento por asistencia, pero a mí no me van a quitar lo mío.
—¡Tendría narices! ¡Un complemento por venir a cumplir con tu obligación! Ya intentamos renegociar el complemento de IT y los sindicatos nos enseñaron el dedo de insultar.
—¿Y qué esperaba? Si estoy de baja es porque el médico, que es quien sabe, ha dicho que no puedo trabajar. Además, ya me han llamado de la mutua dos veces.
—¡Uy sí! ¡Vaya presión que te han puesto! Tú sabes que todas estas enfermedades de gradación subjetiva son casi imposibles de probar.
—Pues póngame un detective.
—Con lo listo que eres dudo mucho que te pille repartiendo mercancías con tu cuñado en una ruta de MRW. Lo que sí me parece una coincidencia es que tus bajas siguen un patrón: casi siempre coinciden de forma complementaria con tus vacaciones, y tus permisos con partidos de la Champions en que te tocaba turno de tarde.
—Eso que está insinuando es muy feo. Si lo tiene tan claro, ¿por qué no me despide? ¿Porque se va a comer un nulo como el sombrero de un picador? ¿O qué quiere que haga? ¿Ir a trabajar con dolor?
—No, Paco, no es eso, por supuesto que no quiero que vengas con dolor. Solo apelo a tu responsabilidad individual y a tu reconocido concepto de solidaridad con tus compañeros que se están comiendo todas tus bajas haciendo horas o turnos en sus días que libran.
—Eso no es culpa mía: la organización es responsabilidad de la empresa, y si tienen los turnos infradotados ya sabe de quién es la responsabilidad.
—Hombre, pero podías tener la delicadeza de no colgar fotos tuyas en la playa; a ellos no les ha sentado nada bien.
—¿No puedo? El médico me ha dicho que el calor de la arena va bien para la lumbalgia.
—¿Y también cargar con las sillas y la sombrilla y la nevera? Paco, es un tema de justicia: no hablo de tu caso, sino del modelo de abuso que estamos generando entre todos. Ya sé que tú no eres el responsable de que haya ese nivel de absentismo a nivel nacional, ni de cómo legisla el gobierno ni de cómo interpretan los jueces (…), ni de si las mutuas han adoptado un papel resignado y pasan porque ya no van a conseguir sus objetivos. Te hablo desde el corazón, desde la óptica de quien se preocupa por el futuro de esta empresa.
—¡Ja ja! Esta sí que es buena. Todos los pájaros comen trigo y el gorrión se lleva la culpa. Ahora resulta que la culpa de los malos resultados de la empresa, que le recuerdo que no la gestionamos nosotros, es mía porque tengo lumbalgia. ¡Vaya jeta! Igual lo que tienen que hacer es cambiar a los jefes.
—Mira Paco, si esa es la solución yo estaré encantado. Calculo que el absentismo ha afectado, entre coste y pérdida de eficiencia, en cuatro puntos a los resultados. La matriz americana ha arrugado la nariz porque empeoramos cada año, y ha congelado las inversiones del próximo año; sin ese tren nuevo no podremos competir y las posibilidades de conseguir inversiones serán cada vez menores. No digo que la causa única sea el absentismo, ni mucho menos tu lumbalgia, pero siempre hay una última gota que colma el vaso.
—¿Pero usted se escucha lo que está diciendo? Y luego les extraña que aumenten los ataques de ansiedad y los problemas mentales. Eso sí debería preocuparles y no perseguir a un pobre trabajador que se ha deslomado haciendo grande a su empresa por cuatro duros y que ahora que tienen la oportunidad de devolverme una parte de lo que les he dado me lo restriegan por la cara y me dice que le echo morro. Resulta que si un trabajador se coge una baja por estrés se convierte en un vago, ¡tiene cojones!
—Que no Paco, que no es eso, que no hablo de esa gente que necesita ayuda: para ellos, todo lo que necesiten, todo me parecerá poco. Hablo de los otros, y tú ya sabes a quién me refiero. A esos que abusan, a los que retuercen la norma, a los que les importa un bledo que otros compañeros se vean perjudicados por las triquiñuelas —siempre legales— de los absentistas profesionales, a esos que vosotros protegéis por falso sentimiento de clase y deberíais denunciar por responsabilidad y para demostrar que no estáis todos en el mismo saco. Es justicia, Paco, justicia.
—¿Justicia? ¿Qué pasa, que ahora los jueces se equivocan? ¿Y no es de justicia pedir salarios dignos para poder pagar la casa y la luz? ¿Son justos los cambios de turno inesperados o las llamadas a las 6 para venir a cubrir a un compañero? Yo le digo que en nuestra empresa no conozco casos de esos que usted describe, y si los hay les corresponde a ustedes tomar medidas y no a mí chivárselo.

La conversación acabó con más recriminaciones mutuas, sin ningún progreso en posturas cada vez más antagónicas; eso sí, recordaron los buenos viejos tiempos y se desearon unas felices vacaciones. Acto seguido llamó a la ETT, empleo precario dicen, y a su colega de Recursos Humanos: si los demás no hacían nada le daba igual, pero alguien tenía que dar el primer paso.

Resum de la privadesa

Aquest lloc web utilitza galetes per tal de proporcionar-vos la millor experiència d’usuari possible. La informació de les galetes s’emmagatzema al navegador i realitza funcions com ara reconèixer-vos quan torneu a la pàgina web i ajuda a l'equip a comprendre quines seccions del lloc web us semblen més interessants i útils.

Galetes estrictament necessàries

Les galetes estrictament necessàries han d'activar-se sempre perquè puguem desar les preferències per a la configuració de galetes.

Analítiques

Aquest lloc web utilitza Google Analytics per recopilar informació anònima com el nombre de visitants del lloc i les pàgines més visitades.

El mantenir aquesta galeta habilitada ens ajuda a millorar el lloc web.