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Encontrábame yo en ese estado asténico post-navideño, una especie de Blue Monday mensual que atrapa a muchos de nosotros y que se caracteriza por agobio mental por la lejanía de las vacaciones, percepción de vuelta a la rutina y presencia de algunos hectógramos extra en zonas específicas de tu cuerpo, justo las que odias. Y sí, te confirmo que el Blue Monday no tiene base científica y no es más que una campaña comercial lanzado hace casi 20 años por una agencia de viajes…pero te apuesto a que en una década lo tendremos tan interiorizado como Halloween o el Black Friday.

En fin, que ahí estaba yo mirando sin ver por la ventana, sin usar prácticamente nada de mi capacidad cerebral, cuando el tono de Héroes del Silencio de mi móvil me sacó de mi ensoñación: Toni Solé, garantía de conversación afable y crítica, de las de pensar. Hablamos de su post en The Skeye sobre inteligencia artificial, tema en el que no soy un experto, más bien un semi analfabeto preocupado por el impacto que tendrá en nuestras vidas y en nuestros negocios; como siempre, me puso el punto de inquietud para obligarme a bucear un poco más y formarme opinión. Y ya la tengo, y podría resumirse en ¡wow! (que es la versión moderna del ¡albricias! del Capitán Trueno). 

Hay miles de sitios y áreas de aplicación. Me centro en una, probablemente de las más conocidas, que fue el centro de mi discusión con Toni: es el Chat GPT-3 de la empresa OpenAI. Es un chat de procesado de textos, vamos una conversación de toda la vida pero con nombre anglosajón para darle un tono más elevado.

Un momento…¿una conversación? ¿con tu ordenador? No he tomado nada raro ni prohibido, y mi ordenador tampoco, porque responde de una forma lúcida, concreta y educada a cualquier pregunta que hago, y con una redacción mucho más pulida y correcta que la de muchos universitarios. Por cierto, en este punto abro un paréntesis para recomendarte que leas el artículo que escribió el catedrático Daniel Arias en LinkedIn sobre la materia prima que llega a sus clases, generalizable, y un impactante mensaje para la reflexión: “Hoy me dedico a engañar más que a enseñar”.

Y vuelvo al chat de nombre raruno, como de personaje de la Guerra de las Galaxias, con el cual puedes conversar en cualquier idioma si bien el inglés está más desarrollado porque el sistema aprende. Otro momento…¿aprende? Efectivamente, usa las conversaciones para mejorar las respuestas posteriores por lo que cuantas más de ellas sean en un idioma determinado mejores serán las interacciones futuras en ese idioma.

Bueno, como buen descreído y escéptico pensé que habrá que verlo, que nunca podría reemplazar a un humano en cosas tan sutiles como contextualizar. Y después de probarlo repetidas veces tengo que desdecirme porque el sistema es capaz de entender las preguntas en función de la conversación y por supuesto mucho más allá del típico “If…then…” con el que jugábamos a programar hace cuarenta años. O sea, un Google que te da respuestas en vez de un millón de páginas en que buscar la respuesta a tu duda; es un salto cualitativo enorme, equivalente al que vivimos con el acceso a Internet o el mundo post-googleiano. ¿Que me estoy pasando? Pruébalo.

Puedes encontrar una infinidad de páginas que han testado el sistema en conversaciones de todo tipo, tanto en temas técnicos como genéricos. El chat no solo responde sino que es capaz de procesar contenidos con distintos niveles de profundidad, generando textos, traduciendo a otros idiomas, etc y tanto más sofisticados cuanta más información le aportes. Y consecuente con mi tradicional vagancia no tuve más remedio que preguntarle lo siguiente: “Hola. Quiero escribir un artículo para comentar las ventajas y los riesgos de la inteligencia artificial. ¿Puedes ayudarme con los diez puntos más importantes que debería tocar?”. Y en menos de un pestañeo tuve mi respuesta, esta, transcrita sin poner ni quitar una coma:

Claro, aquí te doy los diez puntos más importantes que debes tocar al escribir sobre las ventajas y los riesgos de la inteligencia artificial:

  • La automatización de tareas, lo que permite una mayor eficiencia y productividad en una variedad de industrias.
  • El análisis de grandes cantidades de datos, lo que permite una mejor toma de decisiones en áreas como la salud, los negocios y el gobierno.
  • La mejora de la precisión y la precisión en tareas como el diagnóstico médico y la detección de fraudes.
  • La creación de nuevos empleos en campos como el desarrollo de software, la investigación y el análisis.
  • Los riesgos de la automatización del empleo, ya que muchas tareas tradicionales pueden ser realizadas por máquinas.
  • Los riesgos de la privacidad y la seguridad, ya que los datos de las personas se vuelven cada vez más vulnerables a los ataques cibernéticos y el robo de identidad.
  • Los riesgos éticos y legales, como el uso indebido de la IA en el espionaje o el control del comportamiento humano.
  • El riesgo de amplificar las desigualdades existentes, ya que el acceso a la IA y su uso pueden estar limitados a ciertos grupos.
  • La necesidad de una regulación adecuada para asegurar el uso responsable y éticamente sostenible de la IA.
  • La importancia de la educación y la formación para asegurar que las personas estén preparadas para trabajar con y comprender la IA.

Desde mi punto de vista es alucinante y me crea un problema. ¿Cómo sabrás tú, astuto lector, que el resto del artículo lo he escrito yo y no mi amigo el del chat? ¿Tendré que escribir mal a propósito, con errores de sintaxis u ortográficos?

No me hará falta porque tú te fías de mí, igual que yo me fío de mi chat; claro, me plantearás que detrás de eso hay algoritmos programados por personas y que puede hacerse un mal uso, y es verdad, pero antes plantéate por qué unas páginas aparecen antes que otras en tu búsqueda de Google y si eso te crea alguna duda, y cuánto hace que no pasas de la décima sugerencia de los más de cien millones que te da Google. Pues eso, vamos a pensar en positivo y a poner reglas y controles, pero no pongamos puertas al campo porque el potencial es tremendo, incalculable.

¿Tendrá un impacto en la forma en que educamos a nuestros hijos? ¿En la forma en que preparan sus trabajos? ¿En la forma en que sus profesores generan otra inteligencia artificial para cazar a los alumnos que no se hayan esforzado? No nos cortemos las venas todavía: el Rincón del Vago existe desde hace mucho, y si ahora mismo sonríes es porque quizás lo has usado.

Nuevamente es tiempo de pensar con la flecha hacia arriba: la integración de GPT-3 con aplicaciones como Whatsapp o en add-in para Excel está cercana, inmediata, y eso es tan solo el inicio; son meros ejemplos para imaginar el potencial de los miles de desarrollos que están en proceso para miles de aplicaciones, un universo por descubrir.

¿Y cuántos otros impactos pueden generarse, algunos de ellos indeseados? Otra multitud, con consecuencias obvias en nuestros negocios, tanto en oportunidades como en empleo; es tiempo de pensar, de invertir y no solo de pensar en el efecto catastrófico que los agoreros tradicionalmente predicen sobre la desaparición de puestos de trabajo.

Algo de eso sucederá pero cada salto revolucionario, y este lo es, crea nuevas oportunidades; en la página de OpenAI, la empresa que desarrolla GPT-3, avisa que el contenido de la conversación será utilizada por los AI trainers para el desarrollo de la herramienta. ¿Entrenador de Inteligencia Artificial? Jamás hubiese apostado que ese trabajo existiría.

Puedes quedarte parado esperando a ver qué pasa, una opción tan válida como cualquier otra, pero ten en cuenta que igual tus competidores toman otra actitud y en esta tesitura regalar un año puede suponer una brecha insalvable para tu negocio, da igual que sea una empresa industrial, una agencia de publicidad, una consultora, un periódico, lo que sea. 

Hoy es gratis, si bien hay voces que predicen que esto no será así en breve. Pero cada desarrollo nuevo supone un salto cualitativo y no parece raro que haya que pagar por contenidos más sofisticados. Ya pagas una cuota por leer determinados periódicos buscando calidad de información y te recuerdo que dijiste que jamás pagarías por ello. Se espera mucho del nuevo GPT-4.

Yo personalmente ardo en deseos de volver a exclamar ¡albricias! Y para no equivocarnos, hay un tal Elon Musk que participó en la fundación de Open AI en 2015, mientras que una tal Microsoft se comprometió a invertir mil millones de dólares en la empresa para desarrollar y ofrecer tecnologías de IA en la nube a través de Azure. Dos nombres que tradicionalmente no dan puntada sin hilo. 

Si has llegado hasta aquí y me dejas con la palabra en la boca porque has accedido a cualquier página para explorar y juguetear con cualquiera de las múltiples herramientas disponibles, me doy por satisfecho y te doy la enhorabuena: esa es la actitud. Y apelo a tu benevolencia para que cuando leas mi siguiente artículo pienses que lo he escrito yo y no ha sido un mero corta-pega de cualquier generador de textos con IA.