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Simone Biles, brillante gimnasta estadounidense, era la favorita para arrasar en el concurso de los JJOO de Tokio’20 celebrados en 2021. Sin embargo, en el último minuto no pudo participar para cuidar su salud mental.

Ricky Rubio, excelso jugador de baloncesto y líder de la selección española, ha declinado la participación en el campeonato del mundo que se está disputando estos días por la misma razón. 

Y hay un rosario más de ejemplos, algunos conocidos y otros obviados porque queda ese tabú que nos impide reconocer que tenemos problemas. Y en los casos de Simone y Ricky muchos de nosotros exclamamos “Ya me gustaría a mi tener ese estrés con la pasta que cobran” como si ser famoso o tener dinero fuese un eximente para estar enfermo. Si vamos haciendo zoom y descendiendo a nuestra realidad más cercana, repararemos en casos conocidos de personas que sufren situaciones similares, agobiantes para ellos y que les obligan a coger la baja (sí, ya sé que hay casos que obedecen a otra estrategia), a tratarse y a consumir medicamentos recetados por el especialista. He leído una estadística según la cual se consumen cada día en este país las dosis equivalentes al tratamiento de una de cada diez personas. Mira a tu alrededor: conoces algún caso, pero hay muchos otros que lo están sufriendo y no los conoces, bien sea porque les da vergüenza divulgarlo o porque tienen miedo a las consecuencias. No tienes un 10% de absentismo en tu plantilla por estos temas ¿no? Por tanto es lógico pensar que tienes unos cuantos que están tomando habitualmente Diazepam, Lexatin, Lorazepam, Tranquimazin, etc, y eso me lleva a dos reflexiones: en primer lugar, todos conocéis esos productos y de qué estamos hablando, o sea que es más habitual de lo que verbalizamos; y en segundo lugar, yo me cuestiono si es seguro para ellos y sus compañeros proseguir con la actividad laboral normal cuando está siendo tratado.

Probablemente responderías que sí a la pregunta de si te preocupas específicamente por la salud mental de tus empleados, así que no te lo voy a preguntar y evitamos que me mientas. Este tema no está entre las prioridades, mal que nos pese, si bien hemos visto que desde la pandemia las empresas están más receptivas a fomentar prácticas de bienestar entre sus empleados. Pero no nos hagamos trampas al solitario porque, como todas las tendencias incipientes, esto no es una práctica generalizada todavía. ¿Qué se puede hacer? Pues he visto varias iniciativas:

  • Cursos de control de estrés laboral, muy habituales entre mandos medios y técnicos y menos en el resto de la plantilla. ¿Y quién dice que un operario o un administrativo no puede tener estrés?
  • Cursos de Mindfulness. Conozco una empresa industrial que ofreció sesiones de mindfulness a toda la plantilla, en grupos de 20, cuatro sesiones de media hora cada dos semanas. El tiempo invertido por persona fue de dos horas en dos meses, irrelevante en relación con el beneficio percibido por todos ellos. El interés en participar fue masivo y van a organizar una nueva sesión para los que no tuvieron cabida.
  • Sesiones de psicólogo gratuitas para los empleados que lo necesiten y lo pidan
  • Entrenamiento de mandos medios en identificación y gestión de situaciones de riesgo psicosocial 
  • Líneas de atención confidencial 24/7 para empleados y familiares en cualquier aspecto que requieran, sea salud mental, ayuda en temas financieros, etc

Estas cinco acciones directas son solo ejemplos simples de lo que se puede hacer, pero hay una infinidad de acciones que quizás no pueden ser adscritas a la salud mental pero que mejoran la experiencia del empleado con su empleador, medidas tales como aumento de la flexibilidad horaria, o de las condiciones del teletrabajo, o el aumento de sensibilidad con el régimen de turnos para conciliar mejor, o el fomento de actividades saludables, etc

Me diréis con buen criterio que estas palancas no solo afectan a la salud mental, sino que son generalistas y enfocadas a mejorar el grado de compromiso (si me leísteis hace un tiempo en un artículo titulado “Rulo y el engagement” allí se desgranaban iniciativas que contribuirían a mejorarlo), y tendréis razón. ¿Pero acaso no deberíamos integrar todas las prácticas conducentes a mejorar el bienestar físico y emocional de los empleados bajo un mismo paraguas y llevar a cabo iniciativas de mejora? Creo que es un círculo virtuoso: mejoramos las condiciones laborales y no laborales de nuestros empleados, aumenta el compromiso, se reduce la rotación y el absentismo, mejora la productividad, mejoran los resultados de la empresa, mejora el variable distribuido entre los empleados. Sí, parecen las cuentas del Gran Capitán. Seguro que has hecho números de lo que te cuesta una baja voluntaria, algo como esto: un empleado que te cueste 3.000 euros al mes, que tardes un mes en remplazarlo, que tenga una curva de aprendizaje progresiva de 5 meses y que produzca 100 piezas al día que vendes a 10 € cada una…habrás dejado de vender un mínimo de 60.000 € si no voy errado, además de los 6.000 euros que te cuesta su tiempo de aprendizaje con baja productividad. Hombre, si eso te pasa con tres o cuatro al año quizás puedas invertir un poco en esas otras cosas intangibles que hacen que los empleados se queden contigo en vez de irse con otro que subvenciona la cantina, o monta torneos de pádel, o afterworks, o cenas de bienvenida del verano, o esa infinidad de cosas que podrías hacer con los miles de euros que te ahorrarías al bajar la rotación. 

Pero todavía podemos darle una vuelta más. Te quejas de la rotación y lo haces con motivo; estamos asistiendo a una rotación mayor que la de antes de la pandemia, a todos los niveles y a veces por razones muy nimias y difícilmente comprensibles para dinosaurios como yo, pero es la realidad del empleo actual. Y no es tanto un mercado basado en salario sino cada vez más en condiciones laborales y aquí es donde debemos dar un paso adelante para diferenciarnos. Estamos compitiendo por talento en las condiciones que ellos quieren, no lo olvidemos.

No quiero dispersarme y debo retornar al origen de esta digresión: la salud mental. No pretendo pontificar ni dar lecciones a nadie, tan solo quiero aflorarlo y ponerlo en la mesa de debate, ni siquiera en el centro, para que lo tengamos presente. No se trata de que no haya presión o de que permitamos que todo el mundo haga lo que quiera (por cierto, vale la pena ver el mensaje de Andy Jassy, CEO de Amazon, a sus empleados sobre el teletrabajo), o de que no importen los resultados, sino de ser respetuosos y tener presente a ese porcentaje de empleados que realmente sufre y merece nuestra ayuda. Y con la misma rotundidad digo que a los otros, a los fingidores profesionales que se aprovechan de la situación, duro con ellos, siempre dentro de la legalidad por supuesto. 

La solución no es más diazepam sino más empatía, más proximidad con tus empleados, mayor inversión en tangibles e intangibles que generen compromiso, lo que será bueno para tu plantilla y tu futuro, y ayudará a normalizar la enfermedad de esos pocos que sufren problemas de salud mental porque habrás creado un entorno laboral seguro. Y si una vez creado el entorno adecuado el médico le receta cualquier químico, le ayudarás con la conciencia tranquila de haber hecho lo que está en tu mano.