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Aunque no lo reconozcamos, todos los que escribimos alguna columna, artículo, editorial o lo que sea aspiramos a que nos lean, todos; si además conseguimos que nos critiquen o que se genere un debate, conceptual si no es mucho pedir, ya nos sentimos recompensados y listos para la siguiente llamada del editor, esa que se produce antes de lo que querríamos, justo cuando estamos saboreando las mieles del aplauso y aún no se han acallado los ecos de alguna polémica estéril.

Para bajarnos el ego nada como eliminar de la ecuación a los fieles amigos y a la familia, y a algún adulador despistado; una vez hecha esta cura de humildad queda el poso de las reflexiones de esos de vosotros que tenéis opiniones distintas, o habéis vivido situaciones similares a la que describo, o simplemente os parece que las historias que cuento no valen ni el precio del papel de imprimirlas.

Toda esta introducción me sirve para centrar el debate de la última entrega, debate que os agradezco. Como no soy tan iluso de imaginar que lo recordáis en detalle ni tan presuntuoso como para pretender que no solo lo leísteis sino que lo entendisteis y pasó a formar parte de vuestras creencias, me permito resumirlo en cuatro líneas: la selección de un programador informático, Gerard, joven y muy cualificado, se narraba a dos voces junto con el reclutador de la Empresa Grande, Íñigo, poniendo de manifiesto las dificultades de integrar algunos perfiles en la estructura de empresas con mucha inercia cultural.

Pusimos de manifiesto los esfuerzos que la empresa haría para atraerlo, y las excepciones que deberían hacer después para retenerlo, así como las inequidades internas que se generarían con algunos compañeros, todo gestionable…o no, y dejábamos la pregunta botando en el punto de penalti, como el balón al delantero: ¿contratarías a Gerard? Tengo buenas noticias: has acertado en la respuesta con
gran perspicacia porque la historia tiene tantos finales como seleccionadores de fútbol. En aras de la simplificación te voy a dejar dos continuaciones potenciales, las que más hemos comentado en el foro, como si se tratase de Matrix.

[Final A] No hubo consenso para decidir la contratación de Gerard. El Director de Recursos Humanos expuso claramente los pros y los contras, de forma objetiva, si bien los contras eran de mucho calado: agravios comparativos con el resto de sus compañeros en horario, teletrabajo y condiciones económicas, riesgo de desmotivación y fuga si no le dábamos el suficiente desafío intelectual o caíamos en la monotonía, choque cultural con sus compañeros de IT (algunos bastante senior) si no se sabía gestionar su superior cualificación, etc. El Director de IT se posicionó a favor: él veía un agitador, un salto cualitativo, no le valía la metáfora del zorro en el gallinero y prefería verlo como mudarse de Norrköping a Marbella si el criterio objetivo era días de sol anuales.

El Director General escuchó todos los argumentos; le dolía crear mal ambiente en Informática, sobre todo por esos que había fichado él y crecido conjuntamente, pero también sabia que los objetivos eran ambiciosos y que tenían que dar un salto cualitativo o se los comería la competencia. Sin consenso, pero decidió contratarle y convertirlo en el segundo mejor pagado de IT. Y asumió que las preguntas sobre Palestina etc formaban parte del atrezzo del chaval en la entrevista, y que luego se olvidaría una vez dentro.

Le aceptaron el trabajo cuasi remoto, el pago de kilometraje, y un horario flexible. Gerard era majete, e incluso lo invitó a comer en el restaurante de cabecera del Consejo para demostrarle – sin éxito – el mundo al que podía aspirar. Sus compañeros no tenían nada contra él pero hubo ruido desde el primer día, ruido por el salario (qué manía tiene todo el mundo de alardear), ruido por el horario, ruido porque igual sabía menos de lo que decía que sabía, ruido porque no ponía la cámara en las reuniones, ruido porque parecía autista si el tema no le concernía directamente, ruido porque algunos decían que olía mal y vestía peor, demasiado ruido parafraseando al maestro Sabina. Tampoco gustó en los otros departamentos un fichaje de este calibre cuando habían recortado puestos y limitado los salarios de entrada, y más para alguien tan joven.

Los de Recursos Humanos tampoco se esforzaron apagando fuegos, aunque defendieron la posición de la compañía por simple prurito profesional; hablaron con él, intentaron razonar para que hiciese un esfuerzo por integrarse, le montaron cursos y task forces que le obligaban a venir más días a la oficina, incluso le buscaron un coach…hasta que a los cuatro meses decidieron que la realidad era muy tozuda y comenzaron a buscar un reemplazo dando el fichaje por amortizado. El Director de IT se dio cuenta a la semana que quizás habían cometido un error: ante la disyuntiva de montar un departamento puntero tecnológicamente con las correspondientes normas adaptadas o reforzar el departamento convencional para conseguir los objetivos, se habían decidido por la primera cuando la Empresa Grande tenia un modelo de negocio y un plan estratégico que no casaban con esa opción tecnológica; Gerard no tenía la culpa y era obvio que les podía ayudar en ese salto tecnológico.

Y así fue al principio hasta que se encalló en una subrutina porque no era tan experto en Full Stack como vendió, y no le extrañó porque tenía ¡¡26 años!! Ese desenamoramiento fue mutuo: Gerard nunca se sintió comprendido, pasaba de los compañeros, hacía horarios raros para no coincidir y nunca se mostró proclive a enseñarles, pero por vergüenza, por lo que la idea de dejar la empresa fue creciendo en su cerebro casi desde el momento de su contratación. A los 7 meses presentó su renuncia, que le aceptaron de inmediato, se cogió todas las vacaciones en el periodo de preaviso y envió el PC y la tarjeta por mensajero para no tener que volver a la Empresa Grande. Después de una ración de puñales volando por los pasillos decidieron contratar otro, pero con un perfil más convencional. No fue tan fácil retroceder los beneficios que habían dado a los compañeros para apaciguarlos con la llegada de Gerard. Una decisión errónea en su conjunto.

[Final B] Hubo una discusión tremenda sobre la bondad de contratar a Gerard, incluso malos modos y amenazas de dimisión, pero el Director General templó gaitas e impuso su criterio, con dolor de corazón. Parafraseando al profesor Ginebra, “con estos bueyes hay que arar”, o sea que veía difícil dar un salto cualitativo con ese Comité de Dirección, buenos profesionales pero bastante convencionales, apegados a sus creencias. El fichaje de Gerard hubiese sido contraproducente a corto plazo: no tenían capacidad de gestionar un talento así y habría generado más problemas que beneficios. Ahora bien, ese era el camino a largo plazo y no iba a cejar en su empeño, pero tenía que crear el ecosistema adecuado para ello, comenzando por renovar su Comité de Dirección en el que dinosaurios como el de IT o el de RRHH no tenían cabida. Y ficharía otros perfiles de primer nivel para que el Gerard futuro tuviese un entorno en que no se sintiese un freakie.

Mientras tanto contrataron un chaval de 40 años con experiencia en empresas de su sector, sin tanto lustre a priori pero más fiable, que aceptó de buen grado que sus compañeros le apodaran el antiG, que se integró perfectamente, que se comprometió a aprender Full Stack cuando los proyectos le dejasen algo de tiempo, y que se fue posicionando hábilmente para suceder al Director de IT el día que este fue llamado al despacho del Director General y le pidió que cerrase la puerta por el lado de fuera. Su primera decisión fue llamar a Gerard, pero no estaba disponible: estaba trabajando como freelance para un proyecto en un país de Oriente Medio no conocido precisamente por su respeto a los Derechos
Humanos.

Comenzaron otra búsqueda con un perfil parecido al original. El Director General fue trasladado a otra empresa del Grupo y ya no vio el resultado. En conjunto habían perdido un año y medio, pero nunca supieron si eso fue crucial para el negocio.

¿Cómo puede ser que este escribidor proponga finales tan tristes en fechas en que necesitamos buenas noticias? ¿Por qué el vaso no está siempre medio lleno? Creo que todos estaremos de acuerdo en que las empresas tenemos que dar un salto cualitativo y acoger a los Gerards de la vida, pero también podemos consensuar que:

  • Un solista no hace una orquesta.
  • Tenemos que preparar el ecosistema y el momento adecuado.
  • No podemos pagar cualquier precio (en sentido amplio) para contratarlo.

Si te ha pasado como a mí y has tenido que pausar la lectura para enterarte qué es eso de Full Stack, bienvenido al selecto (y amplio) club de los ignorantes; lo importante es conocer al que sabe y definir correctamente las necesidades para tu negocio. Ahora todos corremos como pollos sin cabeza buscando consultores de IA que nos solucionen un problema que tenemos (o
no) para no quedarnos atrás respecto a la competencia – igual que nos pasó con el efecto 2000
– y que no es más que una necesidad estratégica que tiene que ir en línea con el resto de tu Plan y no un copia-pega del de tu vecino o de la empresa de tu cuñado. Por tanto, lo primero es
definir correctamente tus necesidades.

Si tu plan de acción incluye contratar a Gerard, no lo dudes: será un éxito porque ya habrás iniciado los cambios culturales y de procesos que convertirán tu empresa en una referencia para el futuro.

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